Publicaciones Antonio Nieto-Rodríguez Gramsci, el filósofo marxista italiano, es fácilmente subestimado en relación con lo que su legado intelectual puede enseñarnos en el siglo XXI.st siglo. Es cierto que Gramsci –o más bien, una caricatura de Gramsci, así como de la Escuela de Fráncfort de Teoría Crítica – ha estado en circulación durante algún tiempo (y de Martin Heidegger, también, aunque él y Theodor Adorno, de la Escuela de Frankfurt, no estaban de acuerdo), pero estas caricaturas no le hacen justicia a ninguno de ellos.
Por un lado, Bernard Stiegler ha demostrado extensamente que Adorno y Horkheimer Dialéctica de la Ilustración (1947) diagnosticó correctamente los efectos perjudiciales de "la industria cultural" sobre la destreza intelectual colectiva estadounidense (o de Occidente), que se manifiestan en la (in)capacidad de pensar independientemente de los estereotipos culturales. Sin duda, la orientación ideológica de las universidades puede tener -y tiene- un efecto distorsionador sobre la obra de los pensadores cuando se la utiliza por razones distintas a un intento concertado de interpretarla fiel y rigurosamente, con vistas a demostrar su relevancia para el presente.
Esto no es nada inusual y conduce a lo que he llamado una "caricatura" más arriba. Aquí intentaré mostrar, aunque sea brevemente, lo que tales caricaturas ocultan acerca del verdadero valor del legado intelectual de un importante pensador para nuestra situación actual.
Gramsci era marxista y, por lo tanto, se opuso al fascismo de Mussolini en Italia a principios del siglo XX.th Murió en prisión en 1937, donde fue encarcelado por los fascistas, y dejó un rico legado de medios conceptuales y teóricos para comprender diversas formas de opresión o tiranía. (Aquí recurro principalmente al texto de un excelente libro sobre la obra de Gramsci, de George Hoare y Nathan Sperber: Una introducción a Antonio Gramsci: su vida, pensamiento y legado, Londres, Bloomsbury, 2016.)
Entre ellos, su concepto más conocido es probablemente 'hegemonía, que hoy en día se utiliza principalmente como sinónimo de "dominación" o "dominio", como en "hegemonía cultural". En este sentido, Estados Unidos ejerció una hegemonía cultural global en la segunda mitad del siglo XX.th siglo. Lo que la mayoría de la gente no sabe, sin embargo, es que el término "hegemonía" se deriva de la antigua palabra griega "hegemonía".Eghestai' (especie de eghestai) – 'dirigir o Lead. Por lo tanto, está relacionado con el "liderazgo". Durante los 28 años de duración Peloponeso Guerra entre Esparta y Atenas en la antigua Grecia, estas dos ciudades-estado ocuparon la posición, respectivamente, de 'hegemón' ('eghemon') un derivado de 'Eghestai,' lo que significaba que desempeñaban un papel principal en relación con las demás ciudades-estado, que eran sus respectivos aliados.
Por lo tanto, en lo que respecta a la cultura, la sociedad o la política, cualquier individuo u organización que asuma una posición de liderazgo en relación con un asunto importante o una serie de acontecimientos podría decirse que desempeña un papel hegemónico en este sentido de tomar la iniciativa. Como se ha observado anteriormente, no es así como se suele emplear el término, pero al volver a leer el pensamiento de Gramsci recientemente, me acordé de ello. Esto me hizo pensar en el papel que han desempeñado varias figuras y organizaciones desde hace varios años en lo que respecta, posiblemente, a tomar la iniciativa en lo que respecta a las manifestaciones de tiranía y autoritarismo desde la llegada de la falsa pandemia. Para entender cómo es posible esto, algunos aspectos del pensamiento muy original de Gramsci, que anticipó el de Michel Foucault y Pierre Bourdieu por décadas, aunque escritas en un idioma diferente, primero deben ser reconstruidas.
Para combinar de manera inteligible los conceptos de cultura y hegemonía –concebida como “liderazgo”–, hay que tener en cuenta que Gramsci consideraba que la cultura era diametralmente opuesta a la cultura como “valor”. sistema.'Para él, esta última concepción le daría coherencia artificial, estancamiento y falta de dinamismo. Además, abriría una brecha entre la cultura y la política, así como entre el pensamiento y la práctica. En contraste con esto, Gramsci describe la cultura como una colección orgánica o una secuencia en desarrollo de prácticas cotidianas.
La cultura es, por tanto, una determinada manera de vivir y actuar en todos los ámbitos de la sociedad, sin que ninguna esfera de actividad se eleve por encima de otra en lo que se refiere a su pretensión de formar parte de la cultura. Así como Gramsci afirma que «todo el mundo es filósofo», toda persona perteneciente a diferentes ámbitos de la sociedad y de la actividad social contribuye a la cultura, desde un profesor y un estudiante hasta un político, un hombre de negocios, un periodista, un bailarín o un escritor. En pocas palabras, a diario, todo el mundo participa en el proceso cultural, ya sea de forma creativa o creativa. or – y esto es importante notarlo – destructivamente.
Si aplicamos esta idea a lo que ha sucedido en la sociedad desde 2020, antes de la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, es fácil discernir las acciones culturales y políticas predominantemente destructivas (pero al mismo tiempo constructivas) –porque lo social y lo político son inseparables de lo cultural, para Gramsci– que se han desplegado a nivel global. Sin embargo, desde que Trump llegó a la presidencia, él y su equipo han iniciado un intento sostenido de inclinar la balanza a favor de compromisos político-culturales (re)constructivos. Puede parecer extraño utilizar el término “cultural” en este sentido, pero hay que tener en cuenta que Gramsci no pretende que este término tenga el significado habitual, en el que se asocia casi exclusivamente con el arte, la música, el ballet, etcétera.
Por tanto, conviene recordar que, para el pensador italiano, la cultura, incluida la política, marca un espacio social de actividad interminable, por lo que la cultura hegemonía denotaría, por tanto, ese aspecto de la actividad cultural –que, quizás sorprendentemente, para Gramsci comprende de manera crucial educación En un sentido amplio, Gramsci considera que la educación ocupa una posición "principal". Según el pensador italiano, no se refiere únicamente a la "educación" que se da en las escuelas y universidades, sino que la incluye. La educación se da en todas las esferas de la sociedad, desde la educación informal en el hogar y la educación formal en la escuela, hasta la formación en artesanía y tecnología, y en el nivel terciario en las universidades. Una de las ideas más convincentes de Gramsci es que toda relación que pueda llamarse "hegemónica" es inevitablemente también una relación educativa de algún modo, pero, una vez más, no necesariamente saludable por ello.
Si algún esfuerzo cultural en cualquiera de estas esferas se convierte en una práctica "principal" o hegemónica en este sentido, Gramsci dice que "atrae" a la gente hacia él, una consideración importante en lo que respecta a la evidencia de la "atracción" que algunas organizaciones parecen haber ejercido sobre los lectores (potenciales), que están ávidos de liderazgo con respecto a una respuesta crítica a los atroces actos de tiranía desde 2020.
Por lo tanto, la cultura no es el dominio exclusivo del refinamiento artístico o intelectual, restringido a la "élite educada", que es la impresión que a menudo crean quienes se encuentran en los escalones superiores de la sociedad, con más poder e influencia que otros. En lugar de permitir que esta concepción errónea resulte en un "intelectualismo" diluido e insípido, Gramsci sostiene que (citado en Hoare y Sperber, 2016, pp. 28-29).
La cultura es algo muy distinto. Es organización, disciplina del yo interior, aceptación de la propia personalidad, es la consecución de una conciencia superior, con cuya ayuda se llega a comprender el propio valor histórico, la propia función en la vida, los propios derechos y obligaciones.
Esta observación explica por qué un individuo es a menudo la fuerza impulsora de un grupo u organización que, tomando la iniciativa, avanza a lo largo de una trayectoria cultural, pero también política, para impartir a la sociedad una orientación novedosa en relación con los desafíos del presente. Sin embargo, Gramsci admite que, independientemente de las culturas heterogéneas compartidas de un período y una sociedad determinados, estas suelen estar forjadas bajo la influencia de las invenciones culturales de las "élites". Lo que esto significa resulta más claro cuando se reflexiona sobre su afirmación de que la literatura, las bellas artes y el pensamiento filosófico están insertos en una red de relaciones significativas. político relaciones con la cultura "ordinaria".
Sin embargo, todos los miembros de una comunidad o sociedad contribuyen a esta "cultura de lo cotidiano" en su vida diaria. No es de extrañar, entonces, que la contribución de Gramsci a la filosofía cultural incluya sus reflexiones sobre las relaciones mutuas de poder entre la "alta cultura" y la "cultura popular", así como sobre la reciprocidad entre la cultura de las "élites" y la de los "subalternos". Un ejemplo que me viene a la mente es la obra de Tennessee Williams: Un tranvía llamado deseo, donde se presencia la representación dramática culturalmente transformada de la cultura de la clase obrera en el escenario o en el cine. Por lo tanto, la cuestión del poder -o más bien, de la relación entre conocimiento y poder – está inevitablemente entretejida en su pensamiento sobre las relaciones entre cultura y política. Después de todo, para él ni la cultura ni el poder pueden separarse del conocimiento –algo que Bourdieu y Foucault desarrollarían más tarde, cada uno a su manera.
Dada la heterogeneidad de los diferentes individuos y grupos que participan en las actividades culturales, para Gramsci es inconcebible que la cultura esté "congelada" en el tiempo y el espacio: se encuentra continuamente en una condición de flujo heraclíteo, en la medida en que está sujeta al devenir histórico y geofísico. En otras palabras, las culturas cambian simultáneamente en el espacio. y Esto no significa negar que una cultura poderosa pueda ejercer tal influencia en todo el mundo que pueda producirse un proceso de homogeneización cultural y social, como la americanización global de la cultura en la segunda mitad del siglo XX.th siglo. Pero ni siquiera esto es concluyente, y las diferencias culturales suelen ser perceptibles entre las distintas naciones, por ejemplo, la cultura cubana y francesa en comparación con la estadounidense.
Para combinar esto con "hegemonía", es útil recordar su vínculo etimológico con "dirigir" o "liderar". Este vínculo no sólo pone de relieve la naturaleza dinámica de la actividad cultural (y por tanto "educativa"), que está en constante evolución y desarrollo (no siempre de manera constructiva), a medida que maduran quienes participan creativamente en ella, sino que también sugiere la posibilidad de que, incluso en un momento en que la hegemonía pertenece a un cierto grupo o a un número interconectado de organizaciones, otras agrupaciones son, en principio, capaces de arrebatarle la iniciativa a la "hegemonía" actual y tomar el liderazgo en su lugar.
Pero esto no sucede de la noche a la mañana. En cualquier sociedad, tiene que producirse una serie de acontecimientos más o menos concertados –o al menos congruentes, si no inicialmente intencionados– para alcanzar una especie de masa crítica, momento en el que la posición hegemónica pasará del «hegemón» anterior al nuevo. Este flujo de acontecimientos suele surgir de una resistencia emergente y de una competencia con las acciones emprendidas por quienes ocupan las posiciones de liderazgo (es decir, hegemónicas) en la sociedad en una determinada etapa. ¿No es esto lo que ha sucedido desde que, desde 2020, los agentes y títeres de los globalistas nos sometieron abiertamente a medidas draconianas de control, de forma coordinada y en todo el mundo? Individuos y organizaciones intrépidos y a veces ingeniosos, como Brownstone, han participado en este proceso de resistencia informada durante varios años, e incluso se podría argumentar que esta última ha desempeñado un papel destacado en el proceso como una especie de «hegemón».
Hoy en día, también estamos asistiendo a que este proceso se desarrolle en un contexto geopolítico, donde el discurso de "'multipolaridad' está desafiando la "unipolaridad", la "bipolaridad" y el "orden basado en reglas" de Occidente, que hasta hace poco se ha mantenido bajo el liderazgo de los Estados Unidos. Ahora que Donald Trump ha sido elegido para un segundo mandato como presidente de los Estados Unidos, es difícil predecir cuál de estas corrientes contrarias prevalecerá (dado el decidido intento de Trump de promover y consolidar los intereses estadounidenses), pero en lo que a mí respecta, parecería que el impulso de varios países (en particular los Estados Unidos) está en aumento. BRICS El avance de la "multipolaridad" no se podrá detener fácilmente.
En nuestra época hemos asistido a una cierta "estandarización" u homogeneización de la cultura bajo el influjo hegemónico de una cosmovisión supuestamente "liberal", que ha resultado ser cualquier cosa menos liberal en el verdadero sentido de la palabra. De hecho, ha funcionado como una camisa de fuerza antiliberal que, en efecto, ha tendido a sofocar la cultura como un "proceso" dinámico, variado, cognitivo y, en última instancia, ético. En términos de Gramsci, ha asumido la forma de una hegemonía que promueve el "conformismo".
Lo único que podría mitigar esto es lo que Gramsci percibe en la tensión entre "conformidad" y "espontaneidad", donde los niveles inferiores de la educación requieren la conformidad de los estudiantes o aprendices para poder sentar las bases intelectuales de la espontaneidad (en el nivel terciario), donde el estudiante llega al punto de ser capaz de reflexionar críticamente sobre lo que ha aprendido durante los "años de conformidad". Para Gramsci, lo que él llama la vocación del intelectual "orgánico" es construir, en cooperación con las clases o grupos dominados de la sociedad, un proceso educativo que parece ser a la vez progresista y "conservador" en el sentido de progreso basado en los fundamentos probados y comprobados de la sociedad (pero no aquellos que han llevado a la opresión).
Lo que hay que añadir es que, como nos recuerdan Hoare y Sperber, un elemento de "fuerza" nunca está completamente ausente de la formación de la hegemonía, en gran medida porque el poder -que Gramsci concibe en Maquiavélico La moda se refiere a la naturaleza y el equilibrio relativo entre “coerción y consentimiento” (o “fuerza y razón”). La forma que asume dicha “coerción” en diversos contextos en los que la hegemonía está en proceso de surgir puede diferir ampliamente de un contexto a otro, pero lo importante es que se refiere al ejercicio del poder, ya sea directamente, a través del mando, o sutilmente, a través de la fuerza de un liderazgo eficiente y convincente.
Como observa Gramsci: “La función de hegemonía o de liderazgo político ejercida por los partidos puede estimarse a partir de la evolución de la vida interna de los propios partidos” (Gramsci, en Selecciones de los Cuadernos de la prisión de Antonio Gramsci, editado y traducido por Quintin Hoare y Geoffrey Nowel Smith, International Publishers Co., pág. 752).
Cabe señalar que la eficiencia también desempeña un papel crucial en la educación, ya que, como materialista, Gramsci valoraba la educación en todos los niveles, incluido el del cuerpo, como lo demuestra el hecho de que a menudo hace hincapié en los "músculos" que trabajan junto con el "cerebro", pero la "calidad" de la educación debe entenderse en conjunción con su concepción de la cultura y la educación como procesos dinámicos, socialmente omnipresentes, en los que no prevalece la homogeneidad. En otras palabras, debe reconocerse y fomentarse la variedad cualitativa de las actividades culturales, incluida la educación en sentido amplio (que incluye el papel de los intelectuales).
En este contexto, resulta claro que la tarea de "renovación" cultural que hoy se plantea debe promover lo que Gramsci llama "espontaneidad", incluso si se basa en el fundamento del "conformismo". Sólo en el nivel de la "espontaneidad" puede darse el liderazgo o la hegemonía necesarios para la reconstrucción o recomposición de la cultura. Y una organización como Brownstone ya ha demostrado, a través del trabajo de su comunidad de académicos y pensadores, que puede contribuir a este proceso cultural y político de manera significativa.
Publicado bajo un Licencia de Creative Commons Atribución Internacional
Para reimpresiones, vuelva a establecer el enlace canónico en el original Instituto Brownstone Artículo y Autor.